jueves, agosto 09, 2012

Incertidumbre



Un cristal, de cualquier naturaleza, finalmente se rompe cuando cae. Al caer, luego del golpe de la ruptura, sus partes se dispersan...
En muchos modos, humanamente, somos como los cristales, con avances y retrocesos. Difícilmente somos un cúmulo de fragmentos reconstruidos, adheridos por un azar de caprichos o eventos que tuvieron su comienzo desde nuestra infancia hasta el día de hoy.
Nadie, en ningún momento de sus vidas, desea perderse o desmoronarse. Acontecen experiencias que solemos llamar indeseables, reveses, pero -pese al dolor- pueden templarnos, afinarnos agudamente, como pasa con el fuego, cuando se aplica éste al metal o al vidrio mismo (quizá somos más vulnerables, entonces).

Nadie que haya caído desea la tarea de rearmarse o recomponerse. La experiencia nos hace sabios y, con profilaxia evitamos el dolor y tendemos al disfrute del bien, en cualquiera de sus formas. Quien carezca de experiencias, por ensayo y error, caerá muchas veces y, no siempre sanará o podrá quedar igual o mejor. ¿Quién mejora el diseño original de una porcelana rota? ¿Quién supera la hechura primaria, luego de reconstruir esos trozos menudamente rotos?

El sonido del cristal es único, reconocible, grato. Un pedazo reconstruido, unido por cualquier medio, no suena igual y su aspecto no es el mismo que el que tuvo en su principio. El aspecto y el sonido originario de quienes somos, tiene importancia. Un vaso roto jamás es igual al nuevo. Ambos sirven a un propósito, pero dudo que alguno prefiera el que exhiba o evidencie las roturas. ¿Qué cuenta para ti?

La diafanidad, la transparencia, esa claridad originaria de las personas tiene un encanto. No somos un azar ni un proceso de re-composiciones tras sucesivas roturas, somos el afinamiento de muchos procesos, internos y externos. La naturaleza interior crece con la exterior, aunque -a veces- la interna avance más que la externa o, la una desplace a la otra. Nadie, que yo sepa, se destroza por el gozo; sino por la ausencia o la pérdida de éste. Así que, el dolor, es la experiencia que más nos duele y rompe. ¿Quién se expone a fracturas?

Un diamante, a los ojos de un experto, puede tener fallas, fracturas. Si éste las descubre, tras varios análisis, su valor disminuye, su cotización no acrecienta. Por lo general, esas fallas son por golpes. El diamante se deteriora por la mano del hombre que, al cortarlo, le produce defectos. ¿No hacemos igual? Nos exponemos tanto al daño y, finalmente, éste nos acontece.

Hay un valor interno y externo para cada persona. Hay quienes se cotizan por más de lo que valen y otros, de menos. ¡Está bien! La vida es para muchas transacciones y, dentro de lo lícito -como en el amor o la guerra- algunas cosas valen en este mercado. ¿Vale más el vidrio roto que un diamante partido?

En lo que a mí respecta, la incertidumbre disminuye y es un mal que me degrada. Puede que ya no me importe un grupo de cosas pero, reducirme o fragmentarme, ya no me lo permito: Esa clase de derivas no la contemplo en mi bitácora. ¿Dóndee voy? ¿A qué voy? ¿Con quién voy?

No me pesan los años, pero ya no dispondré de muchos para disfrutarlos y, aunque me propusieran la eternidad terrena o espiritual, la incertidumbre no sera mi amiga. De hecho, es absurda la terrenalidad sin un incentivo contra la incertidumbre. ¿A dónde voy, de aquí por allá?

El pasado no tiene asidero en el presente. No puedo vivir el hoy evocando el ayer, ni añorando el “futuro” que HOY no existe; pero no puedo ser tan necio para ver que no voy a ninguna parte, desde el ahora. ¿Cuánto me queda de tiempo? ¿20, 10 o sólo un año?
Cuando muchacho, podía soltar mis amarras a las derivas. Podía probar aquí y allá, pero ya no más: No nadaré en dos aguas, en dos sentimientos ni en dos relaciones.

Esto no me hace inmune, no me aseguro nada; pero seré más responsable de mis actos. Si el HOY no me pertenece ¿Cómo será mío un mañana?

Hay gente que quiere meter un pie en un auto y poner una pierna en el de otro... ¿Qué pasa cuando ambos arranquen?

La incertidumbre es un mal que hoy sale de mi vida.

No estoy destrozado. Puede que tenga fisuras, que esté ya maltrecho y, aunque jamás fui un diamante ni diáfano cristal, no me expondré a caer en pedazos. ¡No seré tan pendejo!

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