viernes, septiembre 29, 2006

A mis parientes

De haber habido este medio hace años, no me habría despedido de la forma tan insulsa como tuve que ver a muchos de Uds. Si hubiese comprendido el valor de nuestros lazos, nexos y afectos comunes, no me hubiera desprendido tan fácilmente del patrimonio de emociones que lancé al lago cienagoso de mi ayer, sin Uds. ¿Cómo decir que los he olvidado? Sabiendo que sueño y los reconstruyo en recuerdos que no se quieren disolver -para nada- en lo que fue o pudo ser.

La lista de Uds., todos los que he amado y odiado (a veces), se me escapan de estos minutos alquilados, en una PC de uso múltiple y público. Todos Uds., seres etéreos, quasi eternos, son lo más hermoso que Dios pudo prestarme, para bendecirme, para guiarme. Algunos ya no están ¡pero volverán!. Otros que estuvieron -no lo sé- no volverán y no los veré: ¡Cosas de Dios y Su juicio entre hombres! ¿Cómo hacerles sentir mi gratitud? ¿Cómo reivindicar los gestos o cosas que no hice, cuando debí o no entendí lo temporal y terrenal de tanta actividad cotidiana?

Sea que algún día se enteren o les informen: ¡Gracias a todos y a todas! Uno de mis deseos es volver a tomar la gruesa mano de mi abue-madre y besarla y cuidarla ¡cuanto Dios lo permita! ¡Abuela! ¡Fuiste más que mi madre!

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