viernes, enero 19, 2007

Para una mujer de la Hardley-Davidson.

Monday, July 31, 2006

No recuerdo qué me trajo a la ciudad... Había una molesta congestión de tráfico automotor, donde unos y otros parecían saludarse de tanto tropezar. Se movían, pero no con la ligereza de una autopista despejada. Me subí con ella y sus confiados movimientos me inspiraban seguridad, por su desenvoltura. Al manejar, mantenía una distancia prudente entre los autos y nosotros, aunque parecía saludarse con algunos de ellos; pero sin maniobrar arriesgadamente.Poco a poco, nuestro camino y paisaje se iba despejando. No percibí el momento cuando esa dama comenzó a charlar con su teléfono “manos libres”, pero -sólo esa vez- pude notar la hermosa presencia de pecas en lo alto de su espalda; pues, como el tráfico nos dejaba libres, pude ver lo que tenía tan cerca, sin cuidarme de miradasa amenazantes...No hice caso de su monólogo, me embelesaba -más bien- con el sonido de ese gran motor que, poco a poco, parecía respirar holgadamente la marcha de la distancia, sin producir abruptamente ruidos, y que como un caballo de paso, marchaba a trote: ¡con pura libertad!Entrábamos en la autopista, mientras su conversación telefónica dejó de ser trivial y parecía cuidarse menos, aunque lo que ya decía rayaba en confidencias entre amigas: No se guardó de mí. ¡No puso reparo en que la escuchaba!Me enteré de tantas cosas y detalles, que no viene al caso enumerar, pero -su compañero- el que había elegido para toda una vida, ya no estaba con ella: Ya no salían juntos, no se esperaban como antes y, cuando emprendían un viaje en sus motos, él llevaba otro curso... ¡qué decir del regreso! Le sorprendía en casa con otra o lo descubría con otra mujer...No sé en qué momento -en una de las curvas- salimos despedidos de nuestro canal. Casi fuimos embestidos por un auto que venía en sentido contrario. Esa dama de lentes negros -muy hábilmente- maniobró para saltar una isla y meterse en el canal correspondiente, pero sin dejar de explicar las razones del descuido que nos llevaron a eso, por sobre sus espaldas. Siguió hablando con aquella amiga y sentí el estremecimiento de todo su ser, cuando confesó que le era perferible morir a seguir viviendo así con ese ser... Por instinto, de pura intuición, mis brazos saltaron hasta el manubrio para conducir la motocicleta. Ella lloraba tan desconsoladamente, que había descuidado nuevamente el camino y la velocidad -ya más de 100 km- ¡Y yo estaba con ella! ¡Lloraba con ella! ¡Iba y sentía como ella!La abracé entre mis brazos al control del vehículo. Mientras nos consolábamos el llanto y la aflicción, le indiqué que no éramos los únicos, que mi alma también padecía... pero la marcha nos llevaba a otra ciudad, la que nos recibía con desgano, con gente cruzándose en la avenida e interponiéndose a nuestro paso, para lanzarnos bombas de agua, pues, celebraban el carnaval.Con la izquierda de mi rostro -y parte de mi cuerpo- quise evitar que le pegaran algún objeto, aunque ya nos mojaban... No supe bajar las velocidades, aunque logré apenas frenar, cuando la gente se atravesaba en la intersección del rayado...Seguían “recibiéndonos”, pero con un ruido de fondo como de aplausos. Ya no puse atención a su llanto desgarrador, sino a la gente que nos amenazaba con lanzar más bombas, objetos y su molesto acercamiento en aquel veloz momento, cuando estuve con ella...No detuve la marcha cuando -al esquivar a un transeunte- la velocidad nos arrojó contra un auto que, a lo lejos, se había ganado para sí toda la mitad de la avenida: ¡Yo estaba felizmente abrazado junto con ella!...Dedicado -con todo mi amor- a la dama de este ensueño.

2 comentarios:

Dulci dijo...

ajam...

Dulci dijo...

ajam...