sábado, septiembre 22, 2012

Prostituir (Prostitución como Alternativa)


Los que crecimos en la era de los ´60, alguna vez que otra, escuchábamos un chiste que parecía gracioso (pero no ahora que somos padres). Un adulto, dirigiéndose a una niña que veía sola, se acerca y le dice:


-Mira, mi amor. Si me das un besito, yo te doy un caramelo. ¿Te parece?


La niña, con cara de remilgo, se hacía a un lado, sin prestar atención pero, debido a la recurrente insistencia del sujeto, se dio vuelta y le dijo:


-¿Qué tengo que hacer para que me des toda la bolsa?


Hoy -para nada- hallo gracia en lo que les leo. Es cierto que, superficialmente, no hay nada malo en lo escrito; sin embargo, en el fondo, es una transacción, una negociación pre-sexual, un favor a cambio de algo material. ¿Qué distinto es del cohecho? (la diferencia es poca) (y sólo falta que uno de ellos sea un funcionario público pidiendo algo en provecho propio).


Recuerdo que, muchas veces, en todas las edades, siempre hubo transacciones, acuerdos negociados: “Te quiero porque me gustas”, “te quiero porque me quieres”, “te quiero porque me ayudas o me haces sentir bien”…


Pocas han sido las veces en que no haya habido una relación de conveniencias (de simpatías) en las relaciones humanas. Toda asociación nace en función de beneficios o acuerdos tácitos de reciprocidad, tanto en lo sociológico, lo laboral, lo afectivo, lo sensual-sexual.


“Si te portas bien te traeré un juguete”


El niño o niña se porta “bien”, para ganarse su premio y, a término del día, le fallamos en cumplirle (y éste deja de confiar en nuestra palabra) (o deja de pensar en esa meta de la excelencia).


En la escuela se nos estimula a operar a un nivel de exigencias, a actuar bajo un grupo de retos o respuestas comportamentales y académicas y, según actuemos, recibimos una premiación; sea en elogios, sea con numéricas calificaciones o con alguna promoción de grado o status económico o jerárquico.


En el caso de aquel menor corruptible (niña o niño), sin ver lo que es moralmente repugnante o indignante del “chiste”, notamos la negociación a la que somos expuestos desde niños e, indudablemente, la astucia o habilidad para negociar puede aguzarse espontáneamente si nuestras vidas se manejan en un ambiente de manipulación, donde el afecto se compra con esa clase de favores o sucias lisonjas. Si alguien a esa edad sabe transar negocios así, ¿Qué no hará sola o solo? ¿No somos vulnerables todos?


Mucha gente, por tradición –quizá- piensa en los 10 mandamientos. Si uno leyese más extensamente, en alguna parte de ese libro, hallaría el mandamiento que dice: “No prostituyas a tu hija” (así de literal). ¿Qué es prostituir?


Mientras pueda, seguiré recomendando el escrito de “La prostitución como alternativa”. En mi opinión, es lo más moralizante que haya leído (y lo hizo una mujer, basándose en su conocimiento racional, y en lo que raya en la estadística clínica profesional).
 

La prostitución como alternativa.

(Escrito por Dulce, Agosto 2012)


"Siempre que vendes tu sexo es prostitución, pero no toda mujer sabe que a veces es prostituta.

Siempre que te acuestas con alguien -por dinero- es prostitución.

Muchas mujeres se quedan en matrimonios sólo por dinero pero, si les dicen prostitutas, se ofenden.

Cambiar sexo por dinero, en cualquier circunstancia, te hace prostituta. Éste no es un concepto moral, es un adjetivo.

Siempre que haya soledad masculina habrá prostitución. A veces la misma, más que sexo por dinero, es servicio social.

Una de las fantasías ocultas más comunes en las mujeres es la de ser -en algún momento- prostitutas.

Toda transacción sexual que sea buscando bienes materiales, comodidad o prebendas, es un acto de prostitución.

Cuando el dinero prevalece en la decisión de dejar a tu pareja o no, estás cercana a un acto de prostitución.

La prostitución puede habitar en una virgen. El concepto de venderse por aspectos económicos empieza en la mente.

En la fantasía de prostitución de la mayoría de las mujeres, ellas siempre se ven como finas, no como callejeras.

En la fantasía de prostitución, de muchas mujeres, lo único que las frena para convertirlo en realidad es el miedo a la violencia.

El sexo, como transacción económica, es una de las actividades económicas más antiguas de la humanidad.

La prostitución no siempre es la que nos venden de chicas famélicas, drogadictas y obligadas. Muchas veces es, incluso, algo glamoroso.

Muchas mujeres viven fantaseando con ser prostitutas o violadas. Es recurrente y muy frecuente en ellas.

Cuando una mujer se acuesta con un hombre, basándose en consideraciones materiales, está prostituyéndose, aun no pensándolo así.

La consideración económica, de la prostitución, es un aliciente muy deseado: Una prostituta gana mucho dinero siempre.

La prostitución siempre es un acto económico. Ser promiscua, no implica ser prostituta.

No siempre una mujer tiene claro que se acuesta con alguien por dinero; aunque el acto siempre sea prostituible.

Muchas madres, sin querer, empujan a sus hijas a la prostitución: “Ese tipo no tiene dinero, no trabaja, no es próspero”, etc.

Siempre que enseñas a tu hija que el dinero es importante para iniciar una relación, en el fondo, la conviertes en prostituta.

Una prostituta se hace, no nace.

Toda transacción económica que implique sexo, no importa si es moral o no, es un acto de prostitución.

Cuando consideras el dinero como “fundamental” para que una relación subsista, estás ante un concepto económico sexual.

Si se pudiera ser prostituta, sin la carga inmoral o el estigma, miles de millones de mujeres lo ejercerían sin remilgo.

Si una mujer pudiera ser prostituta -sin ser descubierta y sin temor a la violencia- lo más probable, en algún momento de su vida, lo consideraría.

La prostitución no degrada a la mujer, la materializa.

Muchas mujeres -aunque no lo admitan- en algún momento han considerado seriamente prostituirse.

La inmoralidad se atribuye a la prostituta, generalmente, por el mismo hombre que paga por sexo.

¿Existen prostitutas fieles? ¡Sí! ¿Cuáles? Aquellas que se casan por dinero, o se mantienen por dinero, junto a alguien que ya no aman.

Una prostituta, a veces, disfruta el hecho de ver minimizado a un hombre que -para tener mujer- tiene que pagar.

A veces, la prostituta sólo lo es para humillar a un hombre. Pagar por sexo siempre es un acto que denota carencias serias.

Descontando el aspecto moral, la prostitución es un acto lucrativo y mayormente placentero, siendo ese su mayor gancho

La prostitución puede ser profundamente denigrante y oscura. La trata de blancas es un flagelo grotesco e infernal.

Cuando una mujer es obligada a la prostitución, se está haciendo el acto más desalmado que un hombre puede hacer.

Si una mujer decide ser prostituta, lo primero que debe considerar es, si ella podrá aguantar la carga moral que pesa sobre eso.

Si una mujer decide ser prostituta, una buena pregunta sería: ¿Querrías que tu hija lo sea? Si la respuesta es “NO”, quizás debas reconsiderarlo.

Una consideración antes de elegir ser prostituta: ¿Te sentirás mejor después de acostarte con alguien que no deseas?

Por último, antes de ser prostituta ¿Te hace mejor mujer? o ¿Serás una mujer con más dinero? "



 
¿Qué puedo añadir? Ella lo dijo todo...

Pienso que, si en la época de Moisés hubiera habido la tecnología, el conocimiento que hoy tenemos concentrado en discos sólidos y los medios actuales de almacenamiento de datos, la diferencia moral o visceral sería poca: Haríamos lo mismo que hace cada generación y, lo único que nos moderara sería la conciencia moralizada, sea desde el hogar, y toda institución que apoye a la base de la sociedad: La escuela, la universidad y todo género de organización apoyado por el Estado o medios privados.


La razón para que tales escritos no fueran más profundos que nuestros escritos actuales se debe a limitaciones técnicas ¿Cómo explayarse en tabletas hechas de barro? ¿Cómo sobreabundar donde no había papel barato? Si se escribía sobre piel de animales muertos y el costo era indecible.


Lo que parece un mandamiento teológico, en verdad, es un principio conductual “No corrompas a tu hija”. No la explotes sexualmente. No uses a tus hijos para hacer dinero ni para obtener beneficios económicos a través de ellos ¿Es sabio cuidar la santidad del templo del amor? ¿Es religión individual o profilaxis social?


Hace poco, cierta niña recibió unos cuadernos del padre. Ésta, al recibir esos objetos, le dijo al padre: “Dame un beso en la mejilla”. De inmediato, sin hablar, comprendí el error: ¿Recibe ese privilegio –de besar- un padre? ¿No es su deber suplir las necesidades materiales de los hijos que trae al mundo? ¿Por qué ella no le besó espontáneamente? En lugar de concederle “un permiso” por agradecimiento (ese padre no buscaba nada) (no le pidió nada a cambio) (yo estaba frente a ellos).


Obvio que algo no está bien.


¿Se compra el cariño? ¿Necesitamos estímulos para que éste fluya bien y genuinamente solo?


Independientemente de lo espontáneo que fluya el afecto, no está bien forzarlo con transacciones materiales ni con palabras que lo mendiguen.


Naturalmente, toda la naturaleza lo revela, el afecto, las caricias y la ternura verbal la desean hasta los perros y, quizá, de allí que las aves tengan un sonido peculiar para los seres quienes cantes sus melodías ¿No tiene un gato sus ronroneos coquetos? ¿No prodiga cariños un perro con su lengua o reclama atención con sus gestos de cola o con ladridos y gemidos? Hay un lenguaje de amor en toda la creación (y la indebida prostitución del mismo).


Cuando leí aquello de “No prostituirás a tu hija”, naturalmente, intuí muchas cosas y, retomando el texto de Dulce, se juntó el pasado remoto con el presente diario: “Ese tipo no tiene dinero, no trabaja, no es próspero…” ¿Sólo se prostituye a las hembras? ¿No inducimos a nuestros hijos con nuestros patrones de conducta y valores equivocados? “Mujer que se te ofrezca… NO LA PELES: Métale mano”. La prostitución no sólo alcanza el tema sexual, sino el tema moral: “Si tienes chance de joder o de quitarle a otro lo que te sirva ¡no lo dudes!” ¿Y es que eso no es prostituir y corromper la mente, con nuestras ideas sucias?


Pienso que el alcance de la prostitución va más allá de lo sexual, de lo afectivo, sino que afecta toda forma de relación humana: la manera como NOS percibimos a nosotros mismos y cómo vemos al resto de los humanos.


Uno puede llegar a ver, a toda la humanidad, como una simple mercancía o medio para obtener cosas, incluso placeres y, posiblemente, uno ya no se considere como un ser que tenga valía en valores dignos.


Directamente, “prostituir”, tiene que ver con dar favores sexuales a cambio de dinero o bienes materiales; sin embargo, también se prostituye cuando hay deshonra moral, otra clase de abusos contra el individuo o un colectivo, cuando se trata de forma indigna a un ser, sea por adulación o por craso interés.


¿Está consciente una madre (un padre) que prostituye a su hijo cuando lo maltrata verbal o físicamente, cuando lo rebaja en privado o públicamente?


El maltrato físico y emocional, lamentablemente, deforma el cuadro afectivo que se empleará en futuras relaciones con otras personas, en la edad joven o adulta. Y, si lo alteramos (para mal) las consecuencias nos afectarán a nosotros tanto como a otras personas “inocentes”.

A.T.

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