Ya casi no me queda tiempo.
NO es que quiera prolongarlo otro minuto
pero, si te he fallado, explícame mejor cuál es la lección a aprender.
NO he sido íntegro, no he sido completo,
no negaré mi pereza ni mis faltas negligentes, pero ¿En qué te he fallado?
Si la lección más grande es el amor, no
puedo jactarme de algún progreso; si esta escuela es para optar al título de la
eternidad, te confieso, ¡no tengo interés!
¿No vez que, tampoco esta vez, quedará
algo entre mis manos?
Puedo hacerte una breve lista de nombres.
Puedo recordar, en la asignatura del amor,
algunos nombres, algunas lecciones y, si algo dejé en sus notas –esos apuntes
que hoy reescribo- ¡pregúntale a ellas!
He sido tan egoísta, visceralmente falto,
y no sé qué quieres enseñarme ¡Sácame de la carrera!
Si van a repetirme, las mismas materias
que cursé cuando vino Mónica de Colombia, no quiero repetir… ¿Año tras año? ¡No
quiero ser el decano!
No sé cómo decirte ¿Hasta qué punto somos
culpables e inocentes?
No quiero vivir un día a la vez.
Sin embargo, la vida misma me muestra que
no puedo comer para mañana y que mis necesidades se alimentan día a día.
¡Gracias x Carol! (pero sólo tú sabes el
resto)
Podría decir un cúmulo de cosas que tengo
apuntadas en mis notas, en mis cuadernos; pero eres tú quien me retiene las
palabras, una vez que otras pienso. Muchas veces, docenas de veces, mis
pensamientos no son traducidos con las palabras de mis emociones, y tengo que
pensar que, por alguna razón, tú eres quien me limita, para que yo te obedezca:
No tengo otra opción (pero no quiero la eternidad, y menos cuando no me
pertenece).
¿Será la misma escuela?
¿Debo aceptar cada cambio?
¿Cuáles son las nuevas reglas?
Hoy, pese a mi deseo, debo irme a
trabajar. No me desagrada lo que hago, la suficiencia que gano y LO DEBO TODO A
TI (imposible que lo desmienta o te niegue); sin embargo, no es suficiente para
una mujer y menos para mantener mi familia (no me quejo, sólo te lo comento).
Aunque quiero tratar de atrapar esas
palabras en las que hace un rato te pensaba ¡Dios! ¿Por qué no me las dejas
escribir? Si sabes que mi pensamiento es claro, pero las palabras engorrosas.
Hoy saldré con esa mujer (tú sabes todo).
La lección es no hacer daño (ni permitirme
que me lo hagan). ¿No es ella la mejor condiscípula que he tenido? Sin embargo,
no es mía, no parece de las tuyas y, si algo cambiará, está lejos de mis manos.
¡Nadie como ella!
Si las hay mejores, no tengo referencias
y, en todo caso, mi tiempo se agota (lo tengo claro, aunque no todo).
De no existir lo que miro como un tropiezo
¿qué lecciones me pondrías? A veces, me siento como tu hijo, tentado en el
desierto ¿Cuántas veces me pasará lo mismo?
Fallé con Mónica, pequé con Elizabeth… Hoy
ya sé en qué no fallaré.
Si comenzara aquella lista, debería clasificarla
¿Sería parte de la currícula?
Las que amé, las que me amaron, las que
engañé, las que me traicionaron… pero he sido yo el que he amado menos y
traicionado más.
Si tuviera que sub-clasificarlas, en la
asignatura del amor, tendría que hacer los archivos para el desengaño, la
mentira, pero ¿cuántas veces he sido feliz o he dado esa felicidad a alguien?
¿Por eso soy tu alumno repitiente? ¿Por
esto no me sacas de la carrera?
Okey!
No tengo modos ni medios para fugarme de
esta escuela.
He sido indisciplinado, perezoso,
tramposo… ¡Tú lo sabes! ¿Qué de bueno puedo añadir? (Lo sabes tú, no yo).
Sin embargo, mi condiscípula se va (y mi
corazón se rompió con la verdad, junto a otras verdades y realidades).
¿Qué quieres conmigo, Dios?
Me parece que, tu mundo, no es un bran mal
de personas y, aunque lo sea, este precio de vivir es muy elevado: Yo pago, el
mío caro, y no me parece que tenga una ganancia (aunque no todo es pérdida).
¡Desconéctame!
¡Apágame!
Me queda tan poco tiempo, que no quiero
salir a la calle y lidiar con la inconciencia ajena o cualquier necedad mía.
Sácame de esta vida y termina ya mi
carrera, que no quiero otra lección si no puedo quedármela el tiempo que yo
quiera o que pueda.
II
Estoy en un predicamento: O hablo a solas
contigo o me marcho a trabajar (parece que nuestra charla será en privado).
No es que así yo lo quiera, pero dependo
del dinero para cada salida o cada encuentro ¿Nadie lo sabría? ¿Tan ingenuos
somos todos, en esta vida?
¡Ella es lo mejor que me ha pasado! (Te lo
agradezco a ti y a ella) (no es un
secreto) pero ya sabes qué cosas –a ti- te reclamaría: ¿Dónde está la que fue
pensada para mí? ¿Busco yo la solución a mis tantos problemas?
¡Tú eres el maestro!
No estoy aquí, en el curso de la vida, por
voluntad propia (y sabes cuántas veces he renunciado, y del modo en que ello ha
sido).
No estoy aquí por que yo quiera, pero la
necesidad del dinero –lo poco comprado- me sirve a otros apetitos y ¿de qué me
sirven si un amor se va? (y desde luego sé que no es mía) ¡Tampoco le pertenezco! (¿Cuánto tiempo se repetirá lo mismo?).
¡¡Dios!!
No soy mejor que nadie, pero no quiero
tener –por compañero- a un mundo que es de filisteos.
No quiero amar a Dalilah, no quiero
enamorarme de Eva pero, antes de que me vaya, ¿no hay una simple cristiana
pura?
¡Me conoces, viejo!
¿Por qué es tan difícil? (para mí, porque –para ti- nada es
imposible).
Dame la satisfacción de volver a casarme.
Es sencillo amar, lo difícil es mantener el COMPROMISO pero ¿a quien acudo, mi
Dios? Sin ti soy menos que nada, aunque presuma ser alguno.
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