“Si
DAR es la característica principal de quien ama... ¿RECIBIR es ser
amado?”
Hoy, muy temprano, desperté viendo un video para jóvenes. Fue algo que
me gustó de principio a fin y, para mi sorpresa, me hallé hasta diciendo un par
de palabras -a viva voz- que no suelo decir tan de mañana, pues, evito impedir
el descanso ajeno.
Decía, para mí mismo, que debía congratular a esa gente, que ya era
hora que se hablara claro, y que en nada habían sido mojigatos para hablar con
los chicos.
Técnicamente el documental era sencillo, sin truculencias y, valiéndose
del género de varios presentadores, lograron mostrar la verdad de muchas cosas,
y sólo uno del consistente equipo me pareció amanerado, al cual le hicieron una
toma -desde un closet- como si la brisa soplase en parte de su entorno,
mientras un velo traslúcido naranja ondeaba sobre su rostro, haciendo un
desvanecimiento fade off.
Insistí en comunicarme con la gente de producción. Me moví de tal
manera que pude llegar hasta ellos: Era la primera vez que se hacía tal cosa en
Venezuela, sin la hipócrita paja política, la idolatría del chavismo, y sin la
criticable demagogia multipartidista.
En sus oficinas, me aseguré hablar con quienes debía. Vi cosas allí
cuyo contenido no debía ser transmitido pero, todavía así, la verdad es la
verdad, y quise felicitarlos por ser valientes, realistas y sinceros. Luego que
hablé con alguien, jamás pensé echarme para atrás.
En ese despacho, otra mujer salió de otra oficina y llevándo una hoja
en sus manos, trataba de asegurarse de que no escribiera nada que les
perjudicara pues, con lo que yo había hablado, ella misma confesaba su
aprensión:
-No coloque nada de lo que oyó en ese exabrupto emocional que no
filtramos, y quedó en el aire. No queremos problemas con la PTJ. (Pidió
encarecidamente, como si temiese la censura)
Me pareció raro lo que dijo. Entendí lo que pedía, pero lo hallé
incoherente, sin consistencia y, a fin de cuentas, Conatel es la agencia
competente para el veto.
Me dio un par de instrucciones. Se acercó hasta mí, y pude comprender
que era un transmisión en vivo. No un documental, como creía.
Yo no fui allá para perjudicar y, comprendiendo lo punible, quise
animarlos y, mientras algo les decía, me recosté y comencé a decirle lo que escribiría,
a fin de mitigar algo de su consciente y razonable inquietud.
Me sentí adormilado y en mis comentarios, seguí interactuando
verbalmente con la chica que me observaba, sentada, desde mi izquierda.
Perdí noción del tiempo mientras hablaba de esa instrospección. Noté mi
respiración pausada, mientras el flujo de aire en las fosas nasales era
distinto, con una mezcla de suspiro o jadeo.
Seguí enumerando lo que en mi memoria veía y -alguna que otra vez- la
miraba a los ojos cuando ya yo no podía mantener abiertos los míos.
Me sentí de tal forma que hablé tendido, pues no quería se quedara con
aquella aprensión.
Hablándole, me sentí vencido por esa rara sensación de modorra. Y no
logro comprender cómo es que a esa chica la relacioné tanto con Atamaica,
aquella joven querida de Catia...
Adormilado ya, me hallé insuflando más aire a mis palabras.
No quería abrir ya los ojos y, la verdad, me sentía escuchado; pese a
la leve sensación que tenía al mover los labios.
Cada palabra me llevaba un suspiro pronunciarla. Y, siendo inusual la
sensación, hube de palpar con la lengua esos labios que sentí sobre mi boca,
porque ya no era algo mío.
En efecto, sin querer abrir los ojos, comprendí que era besado, de
forma indecible y sublime.
Sus labios se posaron en los míos y mi aliento era insuflado en el de
ella.
No sé con qué habilidad -o momento- se posó sobre lo mío; pero era algo
de lo cual no quería despertar, aunque me tomase tiempo y aire.
Insistí tocar su lengua pues, sus labios se movían con los míos.
Tanteando con su beso, recorrí lo que era mío, y mis palabras eran las
suyas.
Tardé algo para incorporarme. No me quería levantar. Y nada mejor que
esto, tan sublime.
Quedé desvanecido. Con dificultad abrí los ojos y no sentí la penumbra.
Volví a respirar, sublime o angelical, y ya no estaba junto a mí.
Quise recapitular, para volver a comenzar, y la noción toda del video
desapareció: Sólo quise hablar de ella... ¿Dónde está?
Dudé -algunos instantes- si estaba más vivo que ahora muerto.
Si pudiese escoger, preferiría vivir despierto a su lado, que en el
espacio vacío de esta penumbra.
Me incliné y extendiéndome, todo hacia la izquierda, toqué la banca y
hallé la linterna: Eran las 4:40 am
Volví a respirar.
No sabía si respiraba, aunque desvivo. Era como si mis palabras
entraran directas a ella, a su mente, desde algún espacio de mí y mi corazón.
Jamás viví lo que allí viví.
Con cierta vaguedad, usualmente sueño; pero esto no fue soñar, sino
vivir.
Hace tanto no beso así... ¡Vaya irrealidad!
P.S.
Ángel mujer:
Aquí te dejo mis palabras, quien quiera seas o hayas sido.
A. J. T. H.
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