Hay un proceso de formación del carácter
que comienza desde antes de la gestación de nuestras vidas. No es sólo ese que
se dice embrionario, humano, sino aquel que forma parte del espiritual
original, el larvario que nos da Dios, antes de evolucionar al siguiente nivel
que hoy conocemos.
Con palabras no puedo describir
que unos somos lentos, otros somos inquietos, otros fugaces. No puedo pintar
ese nivel, casi microbiano, pues a penas
hay una docena de imágenes que nos hacen ver el proceso de la fertilización
ovular, ese peo de unos y otras queriendo llegar primero al núcleo del óvulo, y
sólo uno, dos o tres espermatozoides logran “el camino” a la vida (es sólo la
ira etapa de la evolución).
Luego que somos espermas, no sé si hembras y
varones (sólo sé x referencias), viene ese otro peo de las meiosis: Es como
vernos crecer como renacuajos y volvernos una rana o un sapo. ¡Ja! ¡Ja!
(algunos no soltamos ese estado).
Luego, durante los estados, las etapas del
humano crecimiento, los seres queridos y no queridos nos forman y deforman. Ese
interactuar, más de una ve, influye –definitivamente- en lo quiénes somos y en
quiénes deseamos ser. Sabemos que la escuela, todo su entorno social (y el de
nuestra natural escogencia) determinará cómo y quiénes seremos.
No sólo basta comentar el
entorno cultural, familiar, la época social y política de lo que influye
nuestro ser, nuestro comportamiento, sino nuestros gustos, nuestra
condescendencia, nuestra aceptación al cambio o la negación de ellos. Si por razones
meramente sexuales (o amorosas) nos involucramos con alguien que nos pida usar
tal o cual perfume (LOVE POSION NUMBER NINE) (¡Ja! ¡Ja!) Quizá nos estemos
negando a convivir con nuestro olor natural, con nuestra ESENCIA PROPIA y, aunque
no modifiquemos –con ello- mucho de nuestro carácter, esa condescendencia o
negación es una alteración al patrón biológico natural ¿Cuántas veces vendrá
alguien a nuestras vidas pidiéndonos cambiemos el perfume, incluso NUESTRA
ESENCIA?
Hay gente que se aparece con el
frasco, el nuevo perfume y, en el fondo ¿cuán dispuestas están ellas de cambiar
SU ESENCIA por nosotros? A decir verdad, no es nada malo MINIMIZAR los olores
naturales, lavarlos, bañarlos, es algo bueno; sin embargo –y lo sé- a nadie le
gusta tener que soportar el olor ajeno, particularmente cuando alguien se caga
dentro de un vagón del Metro o arrastra “su esencia” en una congestionada
escalera mecánica ¡que para colmo se tranca y apaga!
(Una cosa es ser cochino, otra oler
mal -por diversas circunstancias- y otra es el olor natural y EL IRRESPETO social
por la vida de terceros). (Confieso que la he cagado, más de una docena de veces, pero me estoy
reformando).
Nadie ha escogido dónde vivir,
sino por alguna circunstancia de conveniencia que haya surgido en su edad
adulta. Al nacer somos totalmente inocentes de quiénes serán nuestros padres,
parientes, “maestros” y desconocemos el entorno social al que entraremos (bueno
no haber nacido en lugares peores, pero…) y, sin embargo, aprendemos a discriminar, a separar y
atraer a quiénes deseamos como amigos y amigas (especialmente amigas) (no hay
nada mejor que el opuesto que me complementa).
Creo entender que hay cosas que
NO se deben pedir. Otras que se deben aceptar (menos una metralla de PEDOS) y
que nuestro ajuste social, con quiénes
decidimos convivir o tomar como parejas, debe ajustarse como para que el uno
complazca a la otra y que la otra complazca a quien le pide: Es un dar y tomar,
un bonito pedir y dar, que trasciende a mi vida.
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