Me gustó eso que escribiste. Si me permito
disertar, antagonizar o dialogar, simplemente abundaría o la regaría… (tú, tuviste
un buen enfoque).
¿Cómo aplico o desaplico lo leído? (para no
involucrar a nadie) (¿Hmm?) (Lo dudo).
En mi opinión, hay una vida exterior y una
interior. En relación a muchas cosas, no me ocupa mucha proyectar la externa o
interna y, muchísimas veces, tuve la costumbre de “proyectarla” para: 1)
Ganarme las cosas o personas que buscaba ó 2) Para buscar ganar la
justificación o autojustificación.
En ese sentido dejé (y sigo dejando) “mi
afán” de justificarme delante de las personas.
¿Huelo mal? Lo admito, si es cierto.
¿Peinarme o cortarme el cabello? Eso no es
prioritario y menos cuando me baño y tiro mi gorrita de beisball sobre la
calva. Rasurarme o afeitarme aquí y allá ¿Para qué? Nunca quise tener barba y,
cuando comenzó a salir, disfruté una o 2 semanas sin esa esclavitud de
rasurarme a diario (en esencia).
Hoy y ayer estuve en casa de mi reciente compañera.
Al llegar a su cuarto cerró la puerta del baño y comenzó a justificarse del
polvo, “del desastre”, del desorden o sucio. Al instante me dije: “¿Vas a
empezar? Yo vine a hacer un trabajo y no a ver lo q tú dices no debo ver y
TRATAS DE JUSTIFICAR…” Interiormente me quedé en mis soliloquios: ¡Qué vaina!
Ese arraigo no se lo quita a ella, y cuántas veces no estuvo criticando muchos
aspectos de mi vida…” (De hecho, ella lo hizo: Cortarme el pelo, ponerme "bonito" y cuidarme para poder ganarme a otra chica) ¡Bah!
¡Boberías! Y pendejadas (ya no vivo así) y, si se
quiere a la gente x esos aspectos externos, ARTIFICIALES, mejor no me sigan queriendo (que yo tengo
suficiente conmigo).
Hice mi trabajo (instalar unas cortinas y
verifiqué y aprendí mucho) (me gusta repetir algunas cosas para q no se me
olviden) y ya estoy en casa, pero ¿A dónde quedan esas trilladas
“justificaciones”? (externas e internas).
Todo vuelve a eso de ser dignos.
Hay quienes, para sí mismos, son demasiados
dignos –exacerbadamente autoexaltados- y no se dan el riesgo a pisar un barrio, a no entrar en las casas humildes, y menos compartir con “esa clase de
personas”. Me pregunto ¿Debe el hijo de Dios rebajarse y humillarse, bajándose
de sus pedestales? Sean internos o externos.
En mi caso, tengo tiempito aprendiendo a
bajar muchos de mis niveles (no cedo en los internos) (hay cosas que no
malbarato y, cuando lo he hecho –o lo haga- ya sé que lo lamentaré).
Puedo ser auto indulgente –como ayer- en
seguir el juego de ojos de una chica bonita, pero ¡eso no trasciende! Eso no es
verdadero y, revisándolo todo ¡Es una pendejada! Más cuando sé que no soy
citadino, q no tengo lo q ella espera y no me pertenezco a muchos sitios y
lugares a los que, por circunstancias, termino accediendo o llegando (cada día
sé qué quiero, que no y qué es temporal).
¿Me comporto a la altura de un hijo de Dios?
(siquiera al nivel más bajo de los adoptivos). ¡No! Mi identidad NO TIENE QUE
VER CON LO QUE SE ESPERA DE MÍ, sino la mido por el ser quien soy (y hasta he
medido lo vil o noble que puedo ser, SÓLO CON QUERERLO).
El hecho de que haga (o no) ciertas cosas, no
me identifican con Dios ni mi adopción y, si hago algo –para publicitar a Dios-
¡líbreme Dios de repetirlo! No lisonjeo a la gente para que “se acerque” a
Cristo (nada más hipócrita e interesado) y, en mi forma de ver, es como que si
bajara a Dios (yo mismo) para que la gente “lo pueda ver”. ¡Es un asunto de
Dios que Él se acerque a los que ha escogido y está seleccionando. Como dijo
Jesús: “Nadie puede venir a mí, si no viene del Padre” (Juan 6:65 Y decía: Por eso os he dicho que ninguno
puede venir a mí, si no le fuere dado de mi Padre. Juan
8:47 El que es de Dios, las
palabras de Dios oye; por esto no las
oís vosotros, porque no sois de Dios).
Para mí, ya es evidente que el trabajo de la obra de
Dios necesita del dueño de la mies… Hay quienes todavía hoy dicen “vamos a sembrar la Palabra” y tiene 2000
años siendo dicha. Otros, peor aún, dicen: “éste
o ésta es mi hijo espiritual: Yo le prediqué la palabra”.
Por influencia
paulina se convierten en “padres”
de quien debía ser un discípulo de Cristo (Mateo 23: 9-10, Mateo 23:8). Mi identidad no tiene que ver con
mi forma de abordar a los “no alcanzados”. Mi forma de ser no es para predicar
o “agradar” al que me recibe como hijo (y no por interés publicitario). Mi
identidad -mi forma de ser- tiene que ver conmigo, con mi relación con mi ser
interior, no con “lo que debe o debería ser”, sino con QUIEN SOY,
independientemente de mi adopción, o potencial redención ¡Menos con el nexo o
simpatía con la iglesia!
El cristiano es quien es, primeramente POR DIGNIDAD
personal. Eso de que esperen que “yo sea”
o “actúe así o asá” no me aplica… (creo que no soy hipócrita y no me muevo por estándares
de pertenencias de grupos). Por ejemplo, cuando alguien viene a otro y le dice:
“Cristo te ama” y ése o aquella
atraviesa miseria, hambre, DOLOR (en cualquiera de sus formas) ¡Procuro
esconderme! ¿Cómo hablar de ese amor si, por un lado, no estoy movido o
dirigido de SU PALABRA? ¿Cómo ayudarlo a ENTENDER si no tengo los medios
TANGIBLES, reales, de la voluntad de Dios, del deseo de Dios, para que ese ser
se aflija, se arrepienta y tenga un encuentro verdadero, profundo y real con El
Creador? ¡NO! Mi identidad se niega a aparentar quien no soy ni actúo con lo
que no tengo y te explico:
El 24/12/2011, cerca de las 8pm, ví a una niña muy
linda llorar en una estación del Metro de Caracas. No pude evitar notarla. No
sólo por esa tristeza que ella procuraba ocultar, sino porque es muy bella (no
puedo caminar cerrando mis ojos). Luego, como tengo experiencia de calle,
pensé: “¿Será que esa niña está deprimida y se lanza en los rieles?”.
Fue una pregunta boba, pero me aseguré de pararme a
una distancia donde pudiera interceptarla, en caso que lo hiciera y tuve que
mirarla (de reojo) para asegurarme de esa impresión que pude captar durante la
marcha.
Al confirmar que algo la afectaba, le hablé, a efectos
de ver cuán mal pudo estar (y para ver cuán linda era) ¿Cómo mentir?
La pregunté: ¿Por qué lloras, niña? Acercándome un
poco, ya no tanto con los ojos, sino con la palabra (que debía ser lo primero
en la comunicación).
La niña me dijo: “Cosas que pasan”.
Al momento me conmoví. Pensé en ella, en mi hija y las
cosas que he visto y, con mucho tacto, intenté acercarme otro poco, y más
cuando el vagón accedía en el andén (pero ella no tenía ese problema de otras
personas).
Le hablé. Charlamos y, en la conversación, sí dí
testimonio de Dios (de lo que debía) (no de mi humanidad). Supe qué su llanto
es el amor de una hija que quiere que su padre deje el vicio del alcohol, esa
forma de dependencia que afecta a tantos y, que si no es de un modo, dependemos
de algún vicio, en alguna medida.
Supe de su padre (Orlando), su madre (Estrella), el
negocio a qué se dedican y cantidad de cosas… ¿Qué me gustó? Que ella y su mamá
ya son cristianas. ¿Qué no desearía yo tener una hija así? (Ama a su papá. Será
una esposa modelo para el hombre que Dios le dé). ¿Ella es quien es, por el
“debería” o, es totalmente genuina por el amor que lleva en sí? ¡Sé la
respuesta! Me basta saber lo que supe y no me identifico con la “identidad” del
debe de la familia, ni el debería del Padre, sino por el YO quien yo soy (y
tengo claro y presente todas mis debilidades, inclinaciones, deseos y
apetitos). ¿Cómo las escondes? ¿Cómo las niegan otras y otros? ¡No es mi
problema! Dichoso el que lo logre: Bienaventurado
el que no halle tropiezos en Cristo. (Mat
11:6 "Y bienaventurado es el que no se escandaliza
de Mí.")
Usaré una imagen
fresca y buena, que aprendo esta semana de mi madre. Ha recogido un gato
callejero (temporalmente) (y sé que es con un fin utilitario). Al sacarlo de la
calle, ya lo ha bañado, ha tratado de quitarle las pulgas y cualquier cosa
repugnante (y animal es animal), pero lo tiene bajo su techo (no lo deja
subirse a la cama, ni que haga ciertas cosa que no toleraos en nuestros hijos).
Un día antes de que
esto pasara, yo llegaba a Caracas con mi hija. Era de noche y, en medio de la
gente, yo advertí a ese gatito y lo llamé “rata”. Mi hija lo notó y supo de
quien hablaba…
¡Sorpresa! No habían
pasado 3 días y mi mamá lo acogió a su techo (con sus limitadas condiciones).
Pregunto: ¿Quiere el
gato un techo?
¿Desea ser parte de
la familia? ¿Sabe ese animalito que no es “para siempre”, que hay un fin
utilitario? (mi mamá tiene algunos roedores).
Sé que es un gato
“callejero”. Hasta se me pareció una rata en medio de los buhoneros de la calle
¿Quiere dejar de ser él? ¿Quiere ser USADO? ¿Quiere ser un gato hogareño? (hay
bastantes posibilidades de SER ADOPTADO:
Por ella).
Nosotros, en cuanto a
Dios, tenemos la invitación a entrar al seño de la familia (no tan cerca, al
principio). Tenemos acceso a partes de la casa (no siempre a rincones
especiales) (lo contrario es mentira.: Suena a eso que se dice: “¡Bienvenido!
Siéntete como en tu casa”. Uno se quita la camisa o se le escapa un pedo, y ¡ya sabe por dónde es el camino de la puerta
de salida! (no me pongan a mí en esas pendejadas).
Mi punto, para
acortar mi parecer de “hijastro” (el legítimo es Cristo y los que a Él le
agradan) es que en las casas ajenas tenemos que acatar reglas, preceptos,
normas y normitas (incluso arbitrariedades de hermanos mayores y menores). Uno
se pone el calzado de aquel, de aquella. A uno se le sale una “plumita” (o
broma pesada), tenga por seguro que estará afuera de la comunidad de afectos.
Quizá el PADRE de la casa no te rechace, pero los hijos putativos y adoptivos
TE SEGREGARÁN o hasta te darán la espalda: Muy pocos vendrán –humildes- a recordarte
“cómo son aquí las cosas”. ¿Qué hizo mi mamá al atrapar al gato? ¡Lo bañó! Lo
mismo hace Dios, muchas veces. Y no cesará de hacerlo hasta que NOSOTROS
APRENDAMOS y lo hagamos por iniciativa propia.
En una comunidad, ni
con amigos ni con la mejor esposa, nadie es tolerado con porquerías, cochinadas
ni molestias (llámelas pecados). Toda familia tiene alguna forma de norma y,
mayormente, para procurar la convivencia y SOBREVIVIENCIA de competencias.
Como individuos,
dentro de esas competencias (atribuciones familiares), cada persona tiene y
debe tener una función dentro de esa comunidad familiar y bien creo a Mat_28:19 (Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones (etnias paganas)
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo).
Si ese gato no espanta o atrapa a un ratón, en 5
meses, ¿Lo conservará mi mamá más de ese tiempo? Si no cumple su “rol” o
función social dentro de la economía familiar ¿Lo mantendrá mi mamá y limpiará
feliz ese popó cada día? ¡No lo creo!
Aquellos que son hijos de Dios, sea como sea, procuran
evitar faltas. Quizá no tanto PARA EVITAR SER APARTADOS (de forma eterna), sino
por amor al Padre. Un gato “rata”, muy probable, vuelve al basurero: Un hijo de su casa no volverá.
Jesús, en la sabiduría de la palabra vivas de Dios,
dijo en Juan 8:44: “Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y los
deseos de vuestro padre queréis cumplir. El, homicida ha sido desde el
principio, y no permaneció en la
verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Hijo de gato caza ratón.
No me gusta debatir,
pero el Padre mismo hace que cada árbol produzca su fruto. Si soy maíz, en mi
tiempo, daré lo que daré. Si soy zapatero o carpintero, algún día, haré algo.
¿Qué puedo hacer si soy un gato o una asquerosa rata?
Espero que este
gatico se amolde a la altura del reto. Deseo que, por conveniencia –quizá- ese
gato asuma el reto (el riesgo) de ser como un viejo refrán ya lo ha dicho. ¿Soy
rata o ratón? Bien lo sé, pero la obra de Dios es bien específica y tenaz en
quienes ama y ha escogido ¿Muestro los Frutos del Espíritu (Gál 5:22)? ¿Ladro o
soy un ladrón?
Sea como sea –aunque
lo desee- no puedo cambiarme. He intentado fingir, y fallé. He intentado
cambiar ¡fracasé! ¿Me rindo ante mi debilidad me abandonaré a la victoria
temporal del error? ¡No lo haré!
Hay quienes quieren
ser, y fingen mejor que yo (felicidades, a ellas y a ellos). Hay quienes
desean, lo intentan y ¡vencerán!...
Lo que más me
consuela, lo que admiro, es que este ser no es como mi madre y, dee arrojarme
(tiene todo el derecho) lo hará con el pleno derecho y razón de Su amor, no por
la arbitrariedad de Su conveniencia: Dios
no es parcial con nadie.
¿No sacrificó a Su
propio hijo, haciéndolo tan hombre y corporal como todos, aquí?
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