domingo, diciembre 16, 2012

Mercado Sexual


Como humanos, naturalmente, somos seres integrales. Somos un combo visceral cargado de emociones, que venimos en un paquete de sueños, ganas, añoranzas nuestras y regaladas, y no –necesariamente- íntegros, en relación a la pureza emocional e idoneidad genética.

Cuando somos nosotros, somos de un todo lo emocional con lo físico o parciales, pero somos. No podemos negar nuestra naturaleza humana, visceral, ni puede disimularse –aunque queramos- esa parte pecaminosa que no se termina de abandonar sin esfuerzo (porque hay la tendencia a alguna forma de pecado o de falla de carácter, incluso la moral).

Al ser nosotros, lo moral va junto con lo inmoral. Puede que estemos muy consciente de qué es lo que nos hace ver la inmoralidad en los extraños o en los que nos son conocidos, pero –con deficiencias- nuestra moralidad opera en nosotros, hacia quienes nos rodean.

Puede que, si estoy en la playa y me siento atractivo, sin importar qué piensen mis semejantes, me pongo un traje de baño que haga notar mis “atributos” y, si alguna dama está disponible, indistintamente casada, soltera o en una relación libre, ella echará de ver lo que quiera y, si su sentido de moralidad está bien sintonizado, me desdeñará o no pondrá atención a mi exhibicionismo lisonjero.
En el caso contrario, una dama, bien “dotada” hará lo mismo para llamar la atención (ganarse un grupo de admiradores pretendientes) y, aquellos que se interesen –visualmente- en la mercancía exhibida, se acercarán y, de algún modo, intentarán abordarla para seducirla, atraerla, ganarla o poseerla, pues, en ese caso, como somos seres visuales y viscerales, nadie se negará intentar un bocado del plato exhibido. ¿No escoge ella al mejor postor? Elegirá al que sea de su agrado, al que le apetezca sexualmente y le ofrezca más ventajas económicas (en el mejor de los casos).

Toda la vida hemos mercadeado lo que tenemos o lo que queremos.

Una mujer, muy fácilmente, sabe qué busca un hombre por la forma de hablar: Si eres machista, si eres dominador o sumiso, ella lo verá en ti, no sólo por tu forma de andar o hablar, sino por la manera en que la trates o el modo en que te allegues a ella.

El mercado sexual se mueve a diferentes niveles de cotización.

Es posible que las jovencitas no sepan lo que hoy valen pero, a cierta edad, cuando adquieran sólidos conocimientos de sí mismas, cuando las experiencias le hayan favorecido para ser menos vulnerables a las fantasías pueriles o mentiras, dejarán de cotizarse entre las mercaderías de remate y, aunque ya no tengan el jovial atractivo de la virginal inocencia o la belleza exterior, algunas intentaran que alguien puje por un precio desproporcionado o alto (las baratas son para casos raros o para cuando ella ya no abrigue la esperanza de aquel príncipe azul que se tornó un viejo verde).

Según pude asesorarme, de un Casanova más joven que yo, las chicas buscan –en el mejor de los casos- un Príncipe Azul. Él debe ser físicamente atractivo y, a la vez, económicamente atractivo... ¿Será mentira?

Si ello fuera una mentira o una verdad parcial, ¿Qué hace que una niña de 5 años desee vivir en un enorme castillo, con servidumbre y ser la preferida del rey o la novia del príncipe?

Alex, la hermano de mis hijos, suele comentarle a mi hija sus sueños. Obvio que las películas de Disney ha influido en las pensamientos de breve vida pero ¿Tales fantasías no han tocado las mentes de mujeres adultas? ¿No han prolongado, miles de ellas, la idealización de su realidad y fantasía?

Mi madre, con setenta años, todavía sueña con un hombre, millonario “que la quiera mucho” y le dé todas esas cosas que no supo o no pudo tener… ¿No desea y sueña lo mismo la señora Cecilia, y tantas otras que he conocido? (y ya no son unas carajitas).

A los quince años, influidas por la presión social (o la presión de sus mentes) ya saben si gustan o gustan de sí mismas. Si han llegado a aceptarse (y a ser deseadas) lo saben en ese lapso de la adolescencia prolongada y, como no son nada pendejas, irán aprendiendo a capitalizar “lo que tienen” pues, de igual forma, los varones van comprendiendo que las mujeres no se encantan sólo con coloridas flores, dulces chocolates ni versos fragantes (los deseos se comprar -o se ganan- con los arpegios de palabras, cimentados en obras, en la consolidación de otras conquistas).

El mercado sexual favorece a los diseñadores de modas, a los fabricantes de cosméticos, a los comerciantes de la belleza y sus publicistas. Todo lo sexual está entramado en la cultura de la compra venta, todo lo visceral sobrepuesto en lo que de placer, prestigio, fama, etc.

Las artes, lo visual y plástico han hecho una simbiosis con lo comercial, lo negociable, lo apetecible y placentero. La cultura de la transacción de bienes, incluso en las menos penetradas por la influencia transculturizante del comercio convencional, el colonialismo mercantil explotador, ha calado en lo más medular de las etnias primitivas y remotas: Si quieres algo cómpralo o gánalo y, la belleza –incluso- puede apuntalarse con lo que la naturaleza no había suplido biológicamente ni los bienes materiales habían imaginado comprar.

A.T. Dec. 16, 2012

miércoles, diciembre 12, 2012

Be blessed!


I´m proud of this!

(Be blessed, Narain)